Una playa casi desierta



Uno de los ejercicios más relajantes que hay es poder dar un tranquilo paseo por la playa... sentir el cosquilleo al que someten los granos de arena a los pies... y las olas salpicándote la ropa cuando te acercas demasiado a la orilla.

Poder disfrutar de una caminata en una playa casi desierta, al atardecer o cualquier día de invierno, es un privilegio únicamente al alcance de los que tenemos la suerte de poder vivir junto al mar. Y no lo cambio... me encanta... me relaja.

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