Al calor del fuego

Estar sentado junto a una chimenea o una hoguera encendidas siempre me retrotrae a imágenes de la infancia, al calor del fuego en los días fríos del invierno.

Sólo con mirarlo te embelesa, entonces... ya no puedes dejar de hacerlo. Las llamas suben y bajan y cambian de forma y posición a cada instante. Sientes el calor en tus manos y en tu cara... y si te acercas un poco más, enseguida empieza a sobrarte la ropa.

Recuerdo también unas palabras que siempre decía mi abuela: "No te quedes mucho rato mirándolo fijamente, que luego te mearás por la noche". No he sabido cuan verdad había en aquella frase... pero como nunca sucedía nada, siempre pensé que no habría superado el límite de tiempo.

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