Llamando a la puerta


Toc, toc, toc...

Antes se utilizaban llamadores de tipo argolla u otros alargados más "fálicos"... eran algo toscos, pero efectivos. Ahora el "ding-dong" de los timbres ha sustituido al ritual de aporrear la puerta.

Todavía los podemos observar en muchos pueblos de la península... generalmente sobre lamas de madera y con viejos clavos, a modo de tachuelas, sujetándolos. Y siempre con una pequeña chapa o elemento forjado debajo, para amortiguar los golpes y, a su vez, emitir el tan característico sonido de llamada: Toc, toc, toc...

Como no existían los porteros automáticos, ni mucho menos los videoporteros,... uno se hartaba de llamar y llamar hasta que alguin se dignaba a abrir la puerta... que por cierto era la única manera de saber quien estaba al otro lado, puesto que la mayoría de las casas tampoco disponían de mirilla.

Y como siguen sin abrir, yo sigo insistiendo:
Toc, toc, toc... ... ¡ya voy!, ¿quién es?.

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