El filo de la navaja




La bella estampa de una vieja piedra afiladora. Su sencillo mecanismo, de rotación manual, era muy efectivo para el afilado de cuchillos, tijeras, hoces, guadañas, etc.

Con los años se pasó de tener una en cada casa, a la mítica figura del hombre-afilador que recorría las calles con su particular soniquete y una pequeña piedra que hacía girar subido en una bicicleta.

En la actualidad los aperos de labranza han perdido su uso... y los cuchillos, que ahora son de sierra, ya casi no se afilan... sale más barato (o práctico) comprar uno nuevo. Las cosas ya no duran el suficiente tiempo como para que su desgaste requiera un "afeitado".

Así pues, piedras como ésta se han convertido casi en objetos de museo etnológico.

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