Un pueblo con encanto


Albarracín es uno de esos pueblos con verdadero encanto. Ubicado, como eje central de la sierra del mismo nombre, a unos pocos kilómetros al norte de la ciudad de Teruel.

Da gusto recorrer sus empinadas callejuelas hasta la plaza mayor, sentarse en una terracita a tomar una cerceza y un poco de jamón de la tierra y respirar el aire puro de la serranía.

En invierno, en cambio, no hay quien aguante ni un solo minuto a la intemperie... frío, mucho frío,... es lo único que encontraremos entonces.

Sin duda, un lugar para perderse...

Cerámica de Al-Ándalus


Viejas ánforas de vino, aceite, agua u otros menesteres... es lo poco que nos queda de las culturas romana y árabe tras su paso por gran parte de la península.

Aunque en la actualidad son mucho más preciadas como elementos decorativos u objetos de colección... y no os voy a engañar... a mi también me gustan (sobrada es mi predilección por atesorar este tipo de piezas).

Éstas en concreto las pude retratar en un bello claustro en la ciudad de Córdoba, muy cerquita de la mezquita-catedral... Y esta vez fuí capaz de aguantar la tentación de llevarme alguna para casa.

El filo de la navaja




La bella estampa de una vieja piedra afiladora. Su sencillo mecanismo, de rotación manual, era muy efectivo para el afilado de cuchillos, tijeras, hoces, guadañas, etc.

Con los años se pasó de tener una en cada casa, a la mítica figura del hombre-afilador que recorría las calles con su particular soniquete y una pequeña piedra que hacía girar subido en una bicicleta.

En la actualidad los aperos de labranza han perdido su uso... y los cuchillos, que ahora son de sierra, ya casi no se afilan... sale más barato (o práctico) comprar uno nuevo. Las cosas ya no duran el suficiente tiempo como para que su desgaste requiera un "afeitado".

Así pues, piedras como ésta se han convertido casi en objetos de museo etnológico.

Queso de oveja


Ya está bien de publicitar el "jamón"... que sí, que está cojonudo... y el queso de oveja ¿qué? ¿quién se atreve a dejar de lado un buen trozo de queso como tapita para acompañar a un vino o una cerveza fresquita?... Desde luego, yo no.

Pocos países hay en el mundo con tantas variedades de queso de oveja como tenemos en España: manchego, roncal, del pastor, cáceres, ibérico, castellano, pata de mulo, torta de la serena, tronchón, zamorano... y los dos mejores (para mi gusto) el idizábal y la torta del casar.

Y como me ha entrado hambre... me voy a eso... ¿qué a qué?... pues a tomar un trozo de queso.

Dejando huella


La finalidad de vivir es "dejar huella"... es decir, que al final de tus días alguien se acuerde de tí porque le hayas marcado.

Ya lo dice el refrán: "Lo importante es que hablen de uno... bien o mal, pero que hablen".

Así que si consideras que tu existencia hasta hoy ha sido un poco insulsa o sin sentido... todavía estás a tiempo de rectificar y de dejarte ver, de destacar, de llamar la atención... de tu madre, de tu vecina, de tu jefe, de tu perro,... da igual de quien, pero sepan que estás ahí.

Yo, por mi parte, lo intento cada día... y si no se nota en mi vida personal... al menos que quede reflejado en esta colección de imágenes y palabras... mi testamento... mi huella.

Música de violín




Paseando por el barrio judío cordobés... me tope con un espontáneo violinista que deleitaba con dulces melodías a los transeúntes. Miré de un lado y a otro y no ví a nadie... era un músico solista dando un recital a un solo espectador.

Parece algo extraño, pero no lo es tanto si tenemos en cuenta los 46ºC que caían a plomo aquella tarde del mes de junio en pleno casco histórico de la ciudad andaluza. Pocos éramos los osados a transitar por sus laberínticas callejuelas...

Por fortuna encontré este remanso de paz que me sirvió durante unos minutos para descansar... eso sí, a la sombra de un palmera.

Cuando acabo el concierto... pagué mi "entrada" y proseguí mi camino.