La rescaté de una vida "perra"... en un refugio para animales abandonados... Me miró con sus ojos "entretuertos"... y no puede resistirme.
Desde entonces nuestra vida en común ha sido toda una aventura: siestas en el sofá, maullidos a la hora de comer, lametones en la mano por la mañana, recibimientos cariñosos al llegar a casa, carreras por el pasillo... y un sinfín de perrerías.
Aunque en la foto tiene cara de no haber roto nunca un plato, le encanta sacar la tierra de los tiestos y jugar con las piezas de mi ajedrez... pero lo que más le chifla es perseguir moscas, cotillear por la ventana y dar manotazos por toda la casa a los tapones de las botellas.
Todo un encanto... por cierto, se llama Luna.
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