Hasta hace cuatro días la Laguna de Gallocanta, al sur de Zaragoza, era uno de los pocos lugares casi virgenes que quedaba en nuestro país.
Aquí acude todos los años una de las mayores colonias de grullas de Europa, para hacer un descanso en su viaje, de ida o vuelta, entre el viejo continente y el norte de África.
Además esta pequeña reserva natural es también el hogar de otras especies como patos, fochas, avutardas, algunas ranas y pequeños mamíferos...
Pero esto parece llegar a su fin, porque una vez más, el afán del hombre por llegar más lejos, más alto o más rápido... romperá este perfecto equilibrio.
1 comentario:
me parece de puta madre, porque dejar de tener uno una casita en la naturaleza para que las putas grullas acampen no es de recibo.
David
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